jueves, 16 de febrero de 2017

VIAJÉ Y VIAJARÉ. Por Manuel Adame


Al viajar, brincas de lugar en lugar, hasta llegar a otro país. El sentirse lejos de casa, perdido, en lo que para nosotros parece ser es el rincón más alejado, el fin del mundo.

Al viajar, nosotros los hombres estamos imitando a las aves, las cuales; ellas migran, porque son sabias en su naturaleza, conocen más el cielo que los caminos empolvados.

Al viajar, el viento se convierte en nuestra amante, pues es el viento que siempre termina besando nuestra cara.

Viajé, porque no encontré camino en mi alma.
Viajo, porque nadie se conoce más que cuando está mirando por una ventana el paisaje en movimiento.
Viajaré, porque mi alma reclama la libertad.

Viajaré, hasta que mi cansancio ate mi cuerpo.
Viajaré, solo si ese es el precio de la felicidad.
Viajaré, aunque el mundo se encoja.

Viajar logró en mí; llorar, reír, enojarme, emocionarme, ilusionarme, sorprenderme, creer en el ser humano, crecer espiritualmente, abrir los ojos al futuro, relajarme ante un atardecer en la playa.

Cantar, bailar, caminar, hacer amigos, beber, comer, rezar, presumir, vivir, vivir, vivir. ¡Qué dicha viajar!

¡Qué mala suerte no poder viajar más!
¡Qué desgracia nunca haber viajado!
El más ignorante de espíritu ¿sabrá que no está bien nunca haber viajado?


Viaja para poder parir ideas.
Viaja por encontrar una playa (que hoy vale miles de dólares)
Viaja y encontrarás un amigo, una idea.

Viaja, aunque sea lo último que hagas.
Viaja, aunque de eso dependa tu vida.
Viaja, y encuéntrate en el camino.

Viaja, pero siempre regresa.
Regresa, pero siempre viaja.

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