En estos momentos en algún lugar del mundo, en una terminal de autobús, en un puerto, en una sala de espera de cualquier aeropuerto una pareja se despide.
Ese “alguien” se despide de otro “alguien” una y otra vez y la trágica historia vuelve a repetirse.
El ser humano es un animal migrante, pero llora las pérdidas porque tiene corazón.
Ese animal emigrante mueve sus patas mientras su corazón le dice que se quede, y es que ¿quién no quiere estar para siempre en el lugar donde se siente seguro?
Pero es la vida y sus designios (la mayoría de las veces adversos) que nos obliga a dejar los lugares.
Hay quien se va como las vulgares prostitutas, en la madrugada y sin avisar, hay quien se va como “las chachas” con el sentimiento a flor de piel.
A veces en las películas vemos que el personaje va de un punto “A” a un punto “B” ¡Se ve tan fácil!
Pero la vida real es tan cruel con el viajero novato.
El cansancio, el hambre, el buscar donde dormir, beber y seguir caminando NO ES TAREA PARA AMATEURS.
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